Habermas desarrolla una noción de
opinión pública que no se origina desde una teoría de la comunicación, ni desde
otra vertiente o campo especializado, sino como centro de una teoría crítica de
la sociedad y de la democracia. Habermas investiga el surgimiento de la “esfera
pública burguesa” entre los siglos XVII y XVIII, en el escenario de la lucha
anti feudal en el que el surgimiento de los periódicos y los cafés
literario-políticos conforma el espacio físico y reflexivo de una nueva forma
de publicidad a medio camino entre el Estado y las instituciones, por un lado,
y la empresa privada y la vida familiar, por el otro.
El declive de la esfera política
burguesa desde mediados del siglo XIX se impone debido a la construcción de un
nuevo orden burgués, el desarrollo de la sociedad de masas y su consecuente
burocratización de lo político y la mercantilización de la comunicación,
procesos que el pensador alemán sintetiza en la expresión «colonización
sistemática del mundo de la vida». La nueva andadura histórica de la publicidad
estará determinada por las transformaciones estructurales conocidas como Estado
Social, donde la comunicación se ha vuelto de masas, la comunicación política
se reduce a la mercadotecnia y la esfera pública es cada vez más gestionada por
expertos en la materia (publicistas, administradores…). A pesar de todo, la
esfera pública aún es el lugar de intercambio simbólico de lo público, donde
suceden los acontecimientos que la historia contempla como hechos sociales,
porque afectan e incumben a las colectividades humanas. Tal y como señalaba
Hanna Arendt, es el lugar donde sucede – ante nuestros ojos - aquello que constituye nuestra “realidad
política”.
La interpretación de la esfera
pública como entorno donde se produce el prodigio de la opinión pública, añade
una “instancia crítica” de la ciudadanía en relación con los representantes del
poder, en la medida en que la comunicación abierta y libre posibilita comprobar
procesos de racionalización. El estudio “administrado” de la opinión pública a
través de encuestas y sondeos constituye uno de los mecanismos de poder para consolidar
el beneplácito de la opinión pública en lugar de un consenso racional obtenido
deliberativamente.
Habermas asevera que en el Estado Social se ha realizado una conversión
estructural de la opinión pública que lleva el predominio de la instancia
receptiva, es decir que la notoriedad pública alcanza una legitimación emocional
y no racional a través de una comunicación que ha dejado de ser pública para
ser de masas.
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